Eran las nueve y veinticinco de la noche en la Argentina cuando la devolución de Roger Federer se fue por la línea de fondo, cuatro horas y seis minutos después del inicio de la gran batalla. Porque fue una batalla. A esa altura del 14 de septiembre de 2009, Juan Martín del Potro se convertía en el campeón del torneo Abierto de los Estados Unidos. Nada menos. Para eso, el chico de Tandil había pasado a cuchillo al número uno del mundo, al más grande ganador de majors de todos los tiempos. Fue sobre el cemento de Flushing Meadows. Ya es una celebridad.
El título por sí sólo alcanzaba para hacer historia. Sólo Guillermo Vilas y Gabriela Sabatini habían sido campeones del US Open. Y sólo tres hombres argentinos, el otro fue Gastón Gaudio en Roland Garros 2004, habían ganado un Grand Slam. Ya haber llegado a la final, su primera vez en un torneo grande, era un logro gigante para quien tiene sólo 20 años y ya se recibió de Grande. Y lo hizo porque le ganó a quien para muchos es el más grande entre los grandes.
La magnitud del 3-6, 7-6 (5), 4-6, 7-6 (4) y 6-2 ante Federer sólo se podrá entender con el paso de los años. Los números con los que llegaba el suizo a esta final ayudan un poquito a entender la dimensión del triunfo: cinco veces seguidas campeón, hacía 41 partidos que el número uno del mundo no perdía en este certamen.
La última vez, en 2003, también había sido a manos de un argentino: David Nalbandian.
Al entrar al Artur Ashe, un estadio colmado por 20 mil personas, Del Potro intentó no pensar que enfrente tenía a un tipo que había disputado 21 finales de Grand Slam, de las cuales ganó 15, y al que no había podido vencer nunca en seis enfrentamientos previos. Para él, como en toda primera vez, los nervios fueron inevitables.
Federer, con toda su experiencia a cuestas, buscó de todas las maneras posibles hacerle sentir el peso de la estadística.
Sin estar a la altura de sus actuaciones más sobresalientes, el suizo mostró en el primer set su mejor versión del partido. Del Potro, en cambio, preso de las circunstancias, no podía soltar su brazo y parecía haberse olvidado su arma más letal: el saque. Los primeros servicios que pasaban la red casi siempre terminaban en punto a favor. Pero la mayoría se quedaba en la red, y ya se sabe qué hace Roger cuando la pelotita amarilla no viene tan rápido. Federer para aplastarla. Así fue el primer set, sólo el primero.
Tras recuperar el servicio perdido, en el tie break (7-5), dijo presente el Del Potro que llegó a esta final. Y Federer, que hizo todo lo posible por evitarlo, vio cómo el rival se agrandaba.
Parejos en errores no forzados, cada uno ganaba con su saque. Delpo quebró en el séptimo game, pero Federer lo recuperó y aprovechó dos dobles faltas seguidas del tandilense y se quedó con el set: 6-4.
En tres de los partidos que disputó ante el número uno del mundo, no pudo quebrar. Sin embargo, ayer los quiebres iban y venían (cinco cada uno) en un Artur Ashe que celebró como una fiesta cuando Delpo ganó el tie break (7-4) y se transformó en el primer tenista en llegar a un quinto set en una final contra el mejor de todos.
No conforme con eso, Delpo sacó a relucir todo su repertorio. A esa altura, medía mucho más que uno noventa y ocho. Y Federer, que no parecía Federer, cabizbajo, anunciaba lo que se venía: el final de su reinado en Flushing Meadows. El 6-2 lo confirmó: hay un nuevo Grande y se llama Juan Martín del Potro.
sábado, 19 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
este pecho frio se la come jajaja
ResponderEliminar